La Barca de Caronte
De José de Benlliure
Análisis de una Obra de Arte

La Barca de Caronte (1919). Óleo sobre lienzo, 103 x 176 cm .
José Benlliure Gil. Valencia, Museo de Bellas Artes

DATOS BIOGRÁFICOS:
José Benlliure y Gil fue un pintor español. Nació en el barrio de Cañamelar en 1855 en el seno de una familia de amplia tradición artística, no obstante, su propio hermano fue el escultor Mariano Benlliure, y él más tarde fue uno de los maestros de su otro hermano, Juan Antonio BenlliurE. En su arte logró un estilo muy personal que retrataba tanto temas sencillos como grandiosos. Comenzó sus estudios a los catorce años de edad en la Escuela de San Carlos, donde tuvo como maestro a Francisco Martínez Marqués. Ante las muestras de talento que ofrecía el joven José, fue enviado a la escuela española de Roma (1879). Ganó una primera medalla en la Exposición Nacional de 1887 con La visión del Coliseo. En el año 1888 viajó a Argelia y en 1897 a Marruecos.
Perteneció a la Academia de San Fernando (Madrid), San Lucas (Roma), San Carlos (Valencia), Brera (Milán) y Múnich. En 1901 asumió la dirección de la de Bellas Artes de España en Roma.
Visitó las más importantes capitales Europeas y regresó a Madrid. Años más tarde en 1879 se estableció en Roma. Conoció a Martín Colnaghi, negociante inglés muy acaudalado que le compró toda su producción de dos años a cambio de 150.000 francos, y sus cuadros comienzan a ser conocidos en Francia e Inglaterra. La cotización de José Benlliure subió notablemente, ya que galerías tan reputadas como Causins en Londres, Spitzaer en París y la de Vandervill en Nueva York se disputaban sus cuadros
Cultivó la pintura costumbrista y la de temas religiosos. La parte costumbrista en la actualidad representa un testimonio de la Valencia de ayer. En sus lienzos aparecen personajes populares, de manera semejante en cuanto a temática religiosa retrata personajes eclesiásticos, como Cardenal romano o Sacerdote revestido. Dentro de su pintura religiosa existe una parte de clara evocación fantástica y simbolista, reflejada en La barca de Caronte.
Muere en Valencia en 1937.
DESCRIPCIÓN Y ANÁLISIS FORMAL DE LA OBRA:
La obra se presenta en un formato rectangular de 103 x 173 cm. Con el título: “La Barca de Caronte”. Se observan como ejes principales líneas compositivas diagonales (en la postura de Caronte y el remo que sostiene, así como en el cúmulo de almas que salen al fondo de la barca), ortogonales (la línea del horizonte como también la línea que insinúa la barca). En cuanto a forma se aprecian figuras compositivas principales como el trapecio, por lo cual la composición es trapezoidal encontrándose los vértices en un recorrido visual que empieza en la cabeza de Caronte luego la dirección de la mirada va hacia el pasajero que se sujeta la cabeza, sus manos dirigen el recorrido hacia los sumergidos y el brazo de uno de ellos señala hacia la derecha donde el recorrido bifurca por un lado nuevamente en el rostro de Caronte y el otro hacia el sumergido del lado derecho del cuadro quien dirige el recorrido nuevamente hacia Caronte, y esto da inicio a nuevos recorridos visuales.
También se observa formas geométricas dentro de la
composición (tales como el triángulo rectángulo, romboide, etc.). En cuanto a
valor encontramos que la paleta está resuelta en escala tonal alta por el uso
del alto contraste de las figuras. La luz es manejada de manera artificiosa y
arbitraria aparentemente cenital, más bien proveniente del lado superior
izquierdo se maneja libremente a la hora de estudiar los volúmenes y matices en
los personajes otorgándole una jerarquía protagónica (Caronte posee un alto
contraste lumínico a comparación de los demás lo que le atribuye un
protagonismo por estar resaltado). Justamente sobre la jerarquía de los
personajes, se observa a Caronte como protagonista escénico por ubicación (está
casi al centro de la composición), es el único que aparece de cuerpo completo,
luego le siguen los personajes a bordo de la barca por resalte cromático (son
los más luminosos en la escena). La gama cromática esta manejada con
pertinencia así tenemos la presencia de colores cálidos en el primer plano
sobre los personajes y en el horizonte mesuradamente; y el manejo de la gama
fría para los últimos planos otorgándole dimensionalidad; también se observa el
manejo de colores complementarios en la composición.
La obra además muestra a diversos personajes en una
barca así como otros flotando sobre las aguas entre otros que asoman un torso y
al fondo un cúmulo de personajes flotantes en atmósferas vaporosas y que se
inclinan hacia el lado derecho de la composición. Describiendo a los personajes
se observa la figura de un anciano con túnicas rasgadas apoyado sobre un remo,
dos pasajeros femeninos de túnicas blancas entre otros que se muestran
ocultando el rostro o recostados, una lechuza en un extremo de la barca, en el
fondo se vuelve a observar una cúmulo de personajes fantasmagóricos flotando
sobre las aguas dirigiéndose hacia la derecha, en la parte inferior se
encuentran sumergidos otros personajes.
Existe una identificación de los contornos de los
elementos a través de la línea y el
dibujo, la línea es discontinua a manera de trazo sobre trazo, en algunos casos
tenues y concisos, esto aporta un lenguaje propio otorgándole dinamismo y
dramatismo.
El manejo de la perspectiva permite la representación
ficticia de la tercera dimensión a través de la jerarquía de personajes por
tamaño, como también el uso de atmosferas entre las figuras y el difuminado de
los contornos. Por ello el volumen está presente a través del modelado de las formas mediante el uso del color. Los personajes
se relacionan también por los gestos,
donde Caronte ostenta el dominio ya que todos los gestos de los demás se
subyugan a él; Caronte se observa como un anciano perturbado de mirada perdida
e irascible sin una cota de humanidad más bien pétreo por su rigidez, viste
túnicas rasgadas mostrándose terrorífico con la mirada perdida con unos ojos
incendiados de ira como inyectado de locura. La féminas de blanco se muestran
intimidadas por Caronte reflejando miedo y expectación, los otros pasajeros no
dan la cara los embarga la vergüenza, el miedo, angustia y terror por la
situación en la que se encuentran, los que se encuentran flotando en las aguas
reflejan miradas de suplicio y angustia, se entiende que su situación es de
sufrimiento, buscan salir de las aguas del rio Aqueronte, buscan el auxilio, la
piedad. Al fondo se observa también un cúmulo de espectros que parecen estar
emanando del rio o de la parte trasera de la barca, sus gestos se expresan a
través del movimiento ya que sus rostros están difuminados, sus brazos
extendidos, piernas flexionadas o estiradas envueltos en atmosferas vaporosas.
Las únicas que dan la cara a Caronte son las mujeres sentadas en la barca que
aunque sienten miedo por la apariencia de Caronte también reflejan la
intimidación pero no reflejan el terror que expresan los demás que además se muestran
opacos, no como las mujeres que poseen túnicas blancas forzosamente iluminadas
por una fuente de luz o bien pareciera que ellas son la fuente de esa
luminosidad.
La técnica usada para esta representación es pintura
al óleo (aglutinantes de pigmentos, aceites, trementina, resinas), sobre un
lienzo. Al observar la obra podemos notar el tratamiento y la aplicación del
pigmento sobre el lienzo; el uso de la pincelada es indiscutible, por el manejo
de la atmosfera parece indicar un tratamiento a través de las veladuras que
permiten la aplicación a manera de aguada y dando como resultado tonos
traslucidos capa sobre capa. Además podemos observar que en las zonas de alto
contraste existe una percepción del volumen y de las formas muy definidas, esto
podría deberse a una aplicación del pigmento a manera de empastado, este
atributo permite un realce del volumen comprendiéndose en la zona de la barba
de Caronte así como en su vestuario. En todo caso la obra no la he observado
directamente sino es un análisis en base a una reproducción fotográfica, pero
por los indicios de la aplicación del material sobre el soporte se considera
posible por estas observaciones.
La imagen muestra al barquero del hades Caronte el
personaje de la mitología griega que tenía la función de llevar las almas de
los muertos través del rio Aqueronte,
que los separaba del infierno. Caronte aparece como un anciano sin una pizca de
humanidad, se muestra irascible perturbado, ajeno a cualquier contacto
interpersonal. Caronte se entiende como símbolo del tránsito hacia el infierno,
la muerte solo recibía las almas de los que habían sido enterrados y no podía
transportar a cualquier vivo. Estos pasajeros estuvieron antes en la orilla del rio Aqueronte
y recorren las aguas del rio con destino
al infierno para pagar por las culpas. Benlliure lo recrea además con una
paleta cromática de grises azulados, el cuadro transmite lo lúgubre, lo
inhóspito, la desolación, como también la cuestión de la muerte y hacia dónde
va el hombre después de esta. Por el uso cromático que presenta una atmósfera
etérea, el artista transmite en ella su estado anímico, y más que percibir una
evocación mitológica sobre el infierno
como se asumía en aquel entonces (un lugar oscuro incendiado por doquier), se
percibe un sentimiento de desolación, desasosiego, así como de lo incierto. En
esta obra Benlliure plantea el tema de la muerte como destino, todos los
ocupantes se destinan al hades irremediablemente pues se hallan en su barca que
no lleva a otro paradero. Como la vida misma Benlliure propone un
cuestionamiento sobre el destino del hombre, lo hace con un ánimo penoso,
contrariado, y por la actitud de las féminas no resignado, ello también por el
hecho de mostrar en el horizonte la luz del sol, un ingrediente inexistente en
el inframundo mitológico griego. Aún sea lejano en el horizonte, Benlliure
guarda una esperanza para el hombre, transmitido en aquella luz, un anhelo humanamente
ingenuo, una esperanza que nos impulsa, que nos moviliza, que nos alumbra.
ANÁLISIS SIMBÓLICO:
Dentro de la pintura religiosa de Benlliure existe una parte que posee una clara evocación fantástica y simbolista, es precisamente la que se refleja en La barca de Caronte que responde a un misticismo que ronda lo fantasmagórico. Benlliure en esta obra retrata el tema mitológico, sobre la moral y el juicio de las acciones humanas con un planteamiento simbólico sobre la muerte y el castigo. Recrea además con expectación y terror, tal vez como una llamada de atención al espectador, una advertencia de actitud profética. Este cuadro está ligado a la etapa religiosa del artista a través de la mitología, un tema poco frecuente en él, ya que estaba acostumbrado a los retratos. La importancia de la obra, sin duda, es de consideración ya que esta obra en particular rompe con la linealidad del registro al que estaba acostumbrado el artista (Benlliure acostumbra realizar retratos cotidianos en paisajes naturales o en interiores), y articula particularmente, a diferencia de muchas de sus obras, una amplio espectro de significación simbólica, y por consiguiente, de interpretación.
En el aspecto
contextual de la obra, esta se remonta a 1919, un periodo de crisis
posterior a la Primera Guerra Mundial
en el cual los distintos despliegues humanos de los países involucrados en esta
guerra afectaron el normal desarrollo de la vida social de las ciudades,
familias seccionadas comieron el pan de la angustia cada día, por sus
familiares o amistades que partieron al campo de batalla. En España sucedían revueltas del movimiento obrero y
divisionismos que ensombrecieron el panorama social bajo un clima de
violencia. Esto parece haberse apoderado
del pincel de Benlliure y canalizarse así en este lienzo como una
representación del destino humano por causa de la guerra, un verdugo que
transporta las almas hacia la muerte en el mar de lo incierto. Como una
alegoría, cargada de simbolismos y la manera como esta orquestada, dotada de
expresividad y contrariedad, parece que en ella el autor ha volcado todas
aquellas inquietudes, perturbaciones y cosas que no se había permitido en otras
obras.
Lacan citó: “Ser psicoanalista es, sencillamente, abrir
los ojos ante la evidencia de que nada es más disparatado que la realidad
humana. Con esto Lacan se refiere a que para entender la realidad
humana se necesita articular herramientas que nos permitan analizar los fenómenos
psicológicos del ser
humano.
En este
sentido Lacan establece tres aspectos de la experiencia humana: Lo imaginario,
lo Simbólico y Lo Real.
En el orden de lo
imaginario, tenemos en cuenta el aspecto referido a las construcciones
mentales de la apariencia de la realidad con la que interactuamos y la cual nos
afecta. En este sentido Benlliure nos muestra una escena imaginaria una
representación mental que de manera implícita se desprende de lo real en su
realidad contextual la cual le afecta y éste lo representa a través del pincel.
En ese sentido, Benlliure describe una escena mitológica en el contexto de la
crisis social global posterior a la Primera guerra mundial.
“La Barca de Caronte” presenta
al barquero como protagonista. Un anciano de cabellos blancos y desaliñados de
aspecto monstruoso con una mirada perdida, vestimenta desgarrada color
sanguinolento que cubre poco su desnudez, este entre otros, son elementos resaltantes
que definen su aspecto y a su vez articulan
lo siniestro de dicha
representación. Relacionándolo a su
contexto, la Primera guerra mundial y la crisis española fueron acontecimientos
que guiaron a la humanidad hacia la crisis de su tiempo, de manera simbólica la
guerra sustantivada, guio el destino de millones de seres humanos hacia una
muerte insólita, hacia el caos y la destrucción de aquella estructura social en
la que se sustentaban, dejando como herencia incertidumbre y desolación. En el
mundo contemporáneo la emergencia de lo siniestro, según Gonzales Requena,
conlleva a la destrucción amórfica de la realidad, en cuanto existe una pérdida
de la identidad, y lo desconocido, sin demostración, aquel impulso reprimido y
convertido en angustia y que retorna, se manifiesta inquietante.
Caronte, de manera metafórica es quien guía el destino de los
pasajeros que se sujetan a su merced, hacia las lejanías de aquel mar de lo
incierto, de lo siniestro. La mirada
se manifiesta como el objeto de deseo
para Benlliure, es una mirada sin pupilas, una mirada siniestra, que no llena, sino espanta, no se puede saber las
intenciones que oculta Caronte, su mirada pierde toda expresividad, por tanto
es una mirada vacía, como la de un cadáver. En cambio la mirada de los
pasajeros de la barca así como los que quedan fuera de ella, se perciben aún
como humanas cargadas de expectación, contrariedad y fascinación, a su vez buscan
la mirada de Caronte, buscan sujetarse a ella, pero el barquero no les
retribuye la misma, por tanto hay goce, puesto que lo siniestro atrae y la
mirada goza de lo siniestro. La mirada de Caronte es el goce de los pasajeros
que dependen de él, así también es el goce del propio Benlliure por tal razón
le otorga el protagónico además de darle el nombre al cuadro; y es goce también del espectador en
última instancia. Una mirada vacía que no comunica y es castradora de toda
esperanza e ilusión que podría albergar la humanidad.
Haciendo hincapié en este punto, la mirada castradora de
Caronte (como personificación de los
estragos de la guerra, de aquello que se entiende como el destino de la
humanidad, de lo que le depara, es también un acercamiento perceptual a lo real),
causa frustración e impotencia por el vacío de su mirada, porque no puede ser
transgredida o escudriñada. Esta mirada da indicio de lo incognoscible, lo imposible
de imaginar y simbolizar, pero aun así intuido a través del atributo de la
falta: lo real. Y ¿qué viene a ser la falta para Benlliure? Aquello que se
le atribuye a lo real y que a su vez permite alcanzar la completud, esto es,
aquella expectativa de su deseo, de su imaginación. Y es que el artista tiene
la necesidad de comprender los sucesos acaecidos y llenar esa falta, justamente
aquello que se ha agregado a lo real como expectativa y que es imposible de
conocer y que varía con el contexto; y esta deducción simplemente porque en
Caronte se articulan lo simbólico y lo imaginario que son acercamientos o
indicios de lo real pero bajo la imposibilidad de alcanzarlo, por ello trata de
asirlo mediante su representación.
Hasta este punto me refiero al objeto a: la mirada como
elemento pregnante y unificador de todos los elementos de la composición, pues
sujeta (a las otras miradas), y llena todos los espacios en el cuadro. Dicho significante es inconsciente y concatena
a los demás significantes (miradas), para articular el lenguaje de la obra.
Hablar de la
falta implica a sus modalidades,
aquellas que manifiestan su existencia: la
privación, la frustración y la castración. En el cuadro, Benlliure
manifiesta aquella angustia de la castración. La falta de la castración se
expresa en la falta de la mirada, en la falta de pupilas en Caronte, una mirada
que no retorna que es cadavérica y siniestra, inyectadas de locura; y ya que es
producto de la angustia o goce, por
consiguiente, pierde la línea de la realidad y esto se ve traducido en dicha distorsión
de la representación.
En el cuadro de Benlliure, la pulsión escópica
manifestada por su deseo, no puede ser satisfecha ya que no apunta al objeto
“mirada”, es decir, según la teoría del circuito pulsional de Lacan, la pulsión
se origina en una zona erógena (ojos), gira alrededor del objeto parcial
(mirada), y vuelve a la zona erógena, y
es en sí otra forma de la pulsión de muerte, ya que persigue su propia
extinción al ser un intento de ir más allá de la satisfacción del deseo.
El síntoma aparece indistintamente en otros personajes, como en
los individuos dentro de la barca tal es
el caso de tres pasajeros de la barca, dos a los pies de Caronte y uno al
extremo izquierdo de la composición que aparece sujetándose sentado con la
cabeza gacha cubriéndose el rostro con
ambas manos, nervioso. En dichos personajes la desesperación se expresa a
través del síntoma que anuda lo real, lo simbólico y lo imaginario, no busca
interpretación pues el síntoma es en sí mismo, es goce del inconsciente que
expresa la relación del inconsciente con el cuerpo y es, a su vez, una
transacción entre dos deseos conflictivos: la búsqueda de la completud contra
el miedo a la castración ante el hecho de no ser completados por el Otro, ese
Otro que es lo siniestro del mundo para el cual no somos el deseo por tanto no
somos importantes. Este síntoma esta
expresado en la metáfora del barquero siniestro que nos determina y nos
produce goce.
Las mujeres envueltas en túnicas blancas de aspecto
fantasmagórico, tienen aspecto diferente respecto a los demás, a pesar que
gozan de la misma condición. En el orden de lo imaginario el fantasma aparece
como la imagen que persiste en la mente y tiene la matriz formulada en el imago
en el estadio del espejo. El fantasma guarda relación con el objeto a, ya que al perdurar en el sujeto,
éste busca dicho objeto a en los
otros. El fantasma en el cuadro es aquello que a pesar de la escena terrorífica
del mundo siniestro en el cual estamos, persiste como la esperanza, la voz de
la madre que protege, es la imagen en la cual nos identificamos.
Benlliure en esta obra retrata lo siniestro del mundo,
como aquello indescifrable e incomunicable, el indicio de lo real fuera del
orden imaginario y simbólico, aquello que castra. Es una crítica al mundo contemporáneo
narcisista. En este sentido Benlliure toma lo siniestro del mundo y juega con
el morbo del espectador, tal como mencionaba Lacan: “todo arte es
sinestro”, y por tanto la humanidad está sumergida en el mundo siniestro el
cual nunca nos dará satisfacción.
COMENTARIO
La obra de José Benlliure refleja el estado emocional
más allá de ser una representación alegórica- simbólica a las que acostumbra el
autor. A mi parecer es sumamente
interesante estudiar piezas como esta que no solo connotan un mensaje estético
y funcional sino también cumplen una función comunicativa de lo que en aquellos
tiempos se percibía acerca del mundo y su destino.
El público al cual parece haber sido dirigida esta
obra es académico, culto; es decir no está dirigida para un público en general
ya que el mensaje está muy codificado, oculto entre simbolismos y alegorías
donde lo que da indicio además de la temática y la croma, es meramente el gesto
y la connotación contextual.
Cabe recalcar algunos aspectos que estimularon esta
creación sin duda está el contexto histórico que sumergía al mundo en una
preocupación sobre la humanidad, y la continuidad de la vida, así como la razón
de la existencia misma. Es una obra intensa, pesimista sin duda contiene gran
riqueza interpretativa por el hecho que el artista ha depositado en ella su
mundo interior y preocupación por el destino de la humanidad.
Por esta razón recalco la importancia de la expresión
artística para las sociedades como un instrumento que permite conocer no solo
un evento histórico como anecdótico sino también conocer el pensamiento y
psicología de la humanidad de ese entonces.
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